Con temor, mas sin bajar la guardia, llegamos a su invisible puerta. Sin quererlo, e imaginando que para siempre hemos perdido la luz, ya estaremos dentro.
Podremos quedarnos allí, sumidos en la penumbra, en una rueda sin fin de sombras eternas... o intentar atravesarla, vencerla, y estar del otro lado. Está en nosotros. Hemos cruzado la entrada. La salida, cerca o lejos, aguarda.